Bueno, a ver si esta actividad del blog tiene más éxito que la anterior....
Tenemos que contar una anécdota que nos haya sucedido (extraña, divertida, terrible....). Abrid una entrada nueva para ello.
Empezaré yo contando algo que me sucedió hace unos 10 años en Túnez:
Como ya os he dicho alguna vez en clase, estuve trabajando durante 3 años en Túnez. Vivía en una casa muy bonita al lado de la playa, pero algo lejos de la Universidad donde trabajaba. Por eso todos los días cogía un tren que me llevaba desde La Goulette hasta el centro de Túnez. A mí me gustaba mucho viajar en este tren porque era un medio muy popular y podías estar en contacto con la gente (cuando iba muy lleno el contacto era excesivo. Muchos de los extranjeros que vivían en Túnez preferían ir en taxi, porque no era muy caro, pero yo casi siempre prefería el tren.
Lo que os voy a contar sucedió un día soleado del mes de abril (creo). Estos días luminosos me ponían de especial buen humor y además iba a una entrevista con un profesor muy famosos e importante de la universidad. Estaba contenta y nerviosa al mismo tiempo. Llegué al tren y me senté en mi sitio preferido; al lado de la ventanilla, para poder contemplar el paisaje. No había mucha gente. Cuando el tren empezaba a ponerse en marcha, una diminuta mano entró por la ventanilla y, de una manera muy delicada, me robó las gafas que llevaba puestas (sí, por esa época tenía unas tres dioptrías) y pude ver como un niño de unos 10 años corría con mis gafas en la mano. Y el tren iba adquiriendo más y más velocidad.... Yo no sabía qué hacer. Me sentía impotente y desvalida, no podía ver mucho sin mis gafas.... Entonces me puse a llorar, y no podía parar y recuerdo a una señora que iba sentada a mi lado que me abrazaba y me decía que me podía acompañar donde yo quisiera. Yo le di las gracias, pero le dije que iría yo sola a la entrevista con el famoso profesor. Cuando llegué estaba claramente afectada por lo que me había pasado, le pedí disculpas por el retraso y le conté lo que me había sucedido. Sus palabras fueron: "Claro, si hubieras cogido un taxi, no te hubiera pasado esto". Le odié profundamente. Cuando llegué a mi casa, llamé a un amigo tunecino para contárselo y me dijo: "¿Qué haces el sábado por la mañana?" yo no tenía planes y me contestó: "Vale, vamos a ir un sitio donde vas a encontrar tus gafas". Y, efectivamente, fuimos a una especie de mercadillo en un barrio muy muy deprimido donde vendían las cosas más variopintas. Él me decía: "No abras la boca, yo hablaré". Y fue hablando con diferentes personas, hasta que un hombre sacó....¡mis gafas!!!. Las volví a comprar más o menos por la mitad de lo que me habían costado en Madrid....
¿Nadie se ha dado cuenta de que se me ha escapado mi madrileña vena leísta?
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